El Convenio Europeo de Paisaje –o de Florencia- de 2004, consagra el paisaje como “recurso cultural, ecológico, medioambiental y social” (VVAA, 2010), con el objeto de protegerlo, para conservarlo y mejorar su calidad mediante una adecuada gestión. Asimismo, se reconoce su importancia económica, sobre todo en el desarrollo sostenible del medio rural. Ello es especialmente relevante en un país que tiene en el turismo uno de sus puntales económicos. Su análisis y definición, contribuirán a aportar nuevas expectativas a zonas y poblaciones que, con los cambios económicos y culturales habidos en los últimos decenios, han tenido poco margen de adaptación y desarrollo. Esto no deja de ser una novedad, dada la singularización del paisaje que tradicionalmente se tiene por evocación de viajeros o turistas.
La sociedad actual, fundamentalmente urbana, con un significativo aumento de su nivel cultural, que añora el campo y la naturaleza, demanda un enunciado del paisaje más cercano. Aún teniendo cabida los paisajes tradicionales más sobresalientes, se busca cargar de contenido a esos otros más habituales y cotidianos por su valor colectivo. Este cambio en la sensibilidad, va parejo a nuevas perspectivas, en donde lo “bello” da paso a lo “interesante”; a una comprensión del territorio como escenario del devenir de sus habitantes, con connotaciones no necesariamente estéticas o positivas. Finalmente, se debe incidirse en el aspecto formativo de este tipo de estudios. La percepción del paisaje tuvo y sigue teniendo, una serie de sesgos que lo condicionan y empobrecen: El ecologismo de salón, que prima el bosque frente a otros cortejos vegetales; la visión romántica que reivindica lo antiguo por antiguo, relegando el concepto o la valoración de lo “singular” frente a lo “representativo”, herencia de disciplinas artísticas que impregnan nuestra cultura. Este ejercicio de reeducación no deja de ser un objetivo razonable, alternativo en el complejo arte de abrir los ojos al espectador.
El objetivo de este trabajo será, por tanto, el desarrollar esas miradas temáticas, mediante la definición de esos diferentes paisajes naturales e históricos culturales, a la vista de la abundante bibliografía y documentación de que se dispone, de un trabajo de campo y del análisis de propuestas similares. Todo ello, sobre un espacio territorial relativamente reducido, en el que la sierra y el puerto de montaña, tuvieron una importancia central, sobre todo en lo que se refiere a los hechos históricos que dieron origen al presente trabajo: la batalla de Somosierra de 1808 que enfrentó personalmente a Napoleón con las tropas españolas..
La propuesta pretende enriquecer, finalmente, la vertiente de aprovechamiento social, consecuencia última de un Plan Director que la protección legal del campo de batalla de Somosierra permita.
Madrid y sus paisajes
La Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Comunidad de Madrid, encargo en 2005 un documento denominado “Análisis, diagnóstico y evaluación de la calidad del paisaje de la Comunidad de Madrid para el establecimiento de criterios de protección y ordenación del territorio”. De carácter estratégico y de planificación, su objetivo general es de establecer unos criterios de ordenación territorial y urbanística a partir de sus valores, entendiendo el paisaje como una variable más para la declaración de suelos no urbanizables de protección. En este sentido, pretende:
a) Disponer de una identificación, caracterización y valoración sistemática del paisaje a una escala adecuada para el planeamiento territorial (1:25. 000), utilizable como criterio para el urbanismo y las evaluaciones ambientales estratégicas. b) Incorporar la variable del paisaje a otras bases cartográficas ambientales de la Comunidad de Madrid, con objeto de definir los suelos que deben quedar excluidos de la urbanización.
c) Valorar las unidades de paisaje en función de una serie de criterios objetivos y proponer regulaciones de usos de acuerdo con dichos valores, teniendo en cuenta las características del propio paisaje (VVAA, 2010).
Se establecen dos niveles en el paisaje regional: «unidades de paisaje» y «tipos de paisaje». El documento identifica algo más de 400 paisajes o «unidades de paisaje», agrupados en un total de 63 «tipos de paisaje». Estos 63 tipos, se agrupan a su vez, en 10 grandes conjuntos, cada uno de los cuales es clasificado mediante una matriz de regulación de usos, según tres niveles de valoración: alto, medio y bajo. a) Sierras, cerros y vertientes serranas. b) Valles serranos. c) Navas y piedemontes. d) Encinares y dehesas serranos. e) Gargantas. f) Parameras. g) Cuestas, taludes y escarpes de la cuenca sedimentaria. h) Páramos y llanos. i) Campiñas y j) Dehesas y montes de la cuenca sedimentaria.
También se consideran los factores naturales significativos desde el punto de vista paisajístico: los usos del suelo, las tramas rurales y urbanas, y el proceso de configuración histórica de las mismas así como las características perceptivas más relevantes: cuencas visuales, frecuencias de visibilidad, hitos, atalayas e itinerarios de interés paisajístico (VVAA, 2010).