El problema que se avecinaba, como sucediera otros años, era de importancia máxima y se debían tomar decisiones rápidas, pues el no poder ofrecer una feria taurina habría supuesto un enorme desprestigio para el Ayuntamiento y para el pueblo. Tirando para delante decidieron formar dos comisiones, una que se encargase de los toros, caballos y toreros, quedando formada por los concejales: Vicente Torres, Vicente del Valle, José Francisco, Manuel García y Eustaquio Paredes; y la otra, que se responsabilizaría del arreglo de plaza, y conformándose con los concejales: Leoncio Arroyo, Basilio Torres, Antonio de la Morena, Lucio Peinado, Eustaquio Paredes (que también estaba en la otra) y Mariano Martín.
La compra del ganado no debió resultar muy complicada, pues en las fincas más o menos cercanas al pueblo tenían novillos y toros para cubrir sobradamente las necesidades de los festejos que comenzaron el viernes 25 de agosto y finalizaron el martes 291.
Dentro de este ciclo de festejos el que tenía el rango superior era el del domingo 27, con la única corrida de toros, los otros eran novilladas y dentro de estas destacaba la del lunes.
El festejo mayor, el del domingo, debía de atraer el interés y la atención de vecinos y visitantes, y para facilidad de los que quisieran desplazarse desde la capital, podían servirse del tren que once años atrás pusiese en funcionamiento la empresa de urbanización creada por Arturo Soria para llevar a cabo, entre otras cuestiones, su proyecto de construcción de la denominada Ciudad Lineal.
Por unas y otras cuestiones, en la de la elección de unos toros que fueran de interés para los aficionados, se decantaron por los de José Aleas, y en la de los lidiadores, se contrató a Dominguín, torero de cierto prestigio que terminó siendo cabeza de una dinastía de toreros con este apellido, eligiendo para acompañarle en el cartel, en un mano a mano, a un joven diestro de origen francés que se anunciaba como Pedro Pouly, aunque su nombre real era Pierre Boudín.
Este torero, que había nacido en el departamento de Bocas del Ródano en el año 1899, y que por lo tanto tenía 23 años cuando se anunció en la feria de este año de Colmenar Viejo, venía precedido de gran expectación tras haber confirmado la alternativa española en la plaza de Madrid el día 28 de mayo de ese mismo año; recordemos que la plaza que entonces tenía la capital de España no era la que ahora conocemos, pues no se inauguró hasta el año 1931, sino la que hubo en Goya y que se conocía con este nombre o como la de la Fuente del Berro, inaugurada en el año 1874. La programación de toros y toreros de este día gustó a la afición que lleno totalmente la plaza.
Los toros salieron bravos y certeros en herir a los intervinientes. Uno de los picadores sufrió ruptura de la clavícula izquierda, y otro de ellos múltiples contusiones por diversas partes del cuerpo, lo que llevó a escribir a un periodista, que presenció la corrida, que los toros de Aleas, tiraban a dar. Pero el que verdaderamente resultó gravemente herido fue el torero francés, pues al entrar a matar a su primer toro fue cogido, recibiendo dos cornadas de 15 y 18 centímetros que dejaron al descubierto la femoral. Se le hizo una operación de urgencia y fue trasladado a su domicilio de Madrid con los peores presagios dada su gravedad, incluso más de uno aseguraban que había fallecido.
Por coincidencias que se dan en la vida, esa muerte anunciada, que terminó, afortunadamente, por no ser, como ya explicaremos más adelante, tuvo un cronista de lujo, nada más y nada menos que el escritor y pintor expresionista José Gutiérrez Solana, que posiblemente, aprovechando la comodidad que la facilitaba el tren, decidió venir a Colmenar Viejo un día de su Función de Remedios. A ciencia cierta no sabemos en qué fecha estuvo el escritor y pintor, pero por las descripciones que hace en su libro “Dos pueblos de Castilla”2, que se publicó en el año 1924, debió ser el día siguiente de la grave cogida de Pouly, pues en su narración lo recoge, al hacerse eco de los comentarios de las gentes del pueblo que decían que el torero había muerto.
Los dos pueblos de Castilla que describe Solana en su libro son Colmenar Viejo, que en esos momentos tenía una población de unos 6.400 habitantes, y Buitrago de Lozoya con unos 725 habitantes; dejando plasmado, con detallada narrativa acontecimientos y costumbre de estos lugares. Personajes y costumbre atractivos para las corrientes literarias y pictóricas predominantes en una época de grandes padecimientos patrios debido a la guerra que España estaba librando en el norte de África y en la que se perdieron muchas vidas.
Que el autor estuvo en la plaza de toros lo podemos asegurar con rotundidad pues el mismo lo afirma, al detallar la hermosura de las mozas que había en los tendidos. Tampoco dejó pasar la
oportunidad de tomar apuntes en vivo de los caballos destripado durante los festejos taurinos, que yacían amontonados en las puertas del cementerio, pues en esos años, todavía, no se había impuesto el peto que les protege.
En el año 2005, entre los días 14 de enero al 4 de febrero, el pintor colmenareño Pedro Alonso Morajudo expuso, con gran éxito, en la Sala Picasso de Colmenar Viejo una serie de cuadros y láminas interpretando la visión que Gutiérrez Solana dejó plasmada en el citado libro.
Pero volviendo al torero francés, y celebrando que aquello de su muerte resultara una falsa noticia, pues un doctor amigo del diestro, viendo su gravedad decidió trasladarle a un hospital y realizarle una arriesgada y dolorosa intervención quirúrgica que le salvó la vida, aunque tuvo que aguantar y sufrir durante una larga temporada antes de su total recuperación. Estuvo en activo, como torero, hasta el año 1931 en que se retiró.
Años después, durante la Segunda Guerra Mundial, en su país, se unió a la Resistencia, y fue responsable de la zona de Arlés. Por su acción e implicación en la libertad de su país fue condenado a muerte “in absentia”, por las fuerzas ocupantes y sus colaboradores, sin que finalmente pudiera llevarse a cabo. Tras la Liberación de Francia fue nombrado presidente de la delegación municipal de Arlés, y por su valerosa actuación fue distinguido y condecorado con la Legión de Honor, la Cruz de Guerra con estrellas y la medalla de la Resistencia. Lo que le consagraba como un reconocido héroe.
La ciudad de Arlés siempre estuvo muy vinculada con grandes artista de la pintura, teniendo un referente principal en Vicent Van Gogh, que como otros muchos pintores quedaron admirados por su luz y sus paisajes. Su plaza de toros, es un bello anfiteatro romano construido hacia los años 80 d.C, poco después del Coliseo Romano, con el que comparte sus principales características. El pintor holandés nos dejó una magnífica obra realizada en el año 1888 titulada “Les arènes d’Arles” en el que pintó al público que había acudido a presenciar una corrida en el anfiteatro romano.
El torero héroe tras normalizar su vida al restaurarse la paz, guiado por su inmensa pasión por la tauromaquia y su amor por la ciudad de Arlés se implicó vivamente por la promoción de ambas cosas, llegando a organizar a partir de los año 50 del siglo XX importantes ferias, que además de contar con las principales figuras del toreo de la época, también atrajo a numerosos artistas con lo que Pierre Pouly mantuvo una gran amistad, entre ellos podemos destacar a Jean Cocteau o a Pablo Picasso.
El ruedo de la Plaza de Toros de Arles engalanada para la corrida goyesca en el año 2013 (Foto del autor)
Pedro Pouly, como le conocieron los colmenareños de hace cien años, dejó en sus paisanos un legado fundamentado en la tauromaquia con una fuerte implicación en las bellas artes, de tal manera que durante su feria taurina del mes de septiembre, que de manera general llaman del Riz (arroz), tiene lugar una corrida que denominan goyesca, en la que los toreros visten trajes de época y el ruedo y la plaza (anfiteatro) es adornado por un famoso pintor o decorador, mientras que la parte musical, es interpretada por una orquesta sinfónica y un coro, que acompañan, con piezas de conocidas óperas, el trascurso de la lidia.
En resumen, podemos afirmar, como ya hemos hecho otras veces, que la plaza de toros colmenareñas, construida inicialmente en el año 1891, y reformada y ampliada en su graderío en diversas ocasiones, pero manteniendo siempre lo esencial de su función que es el ruedo y las primeras filas del cerramiento de sus tendidos, ha sido históricamente un espacio referente en el panorama local de Colmenar Viejo, en el que se han producido acontecimientos, que más allá de su importancia taurina, han dejado páginas importantes de la historia de este pueblo, a pesar de que algunos, en su afán revisionista de nuestra historia o simplemente por tozudez intelectual pretendan negarlo, cuando no ignorarlo. Sirva lo narrado como claro ejemplo de dicha realidad y de su importancia.
1 Ver desarrollo y resultado económico de esta feria en De Andrés Santos, Miguel Ángel “Historia General de la Plaza de La Corredera de Colmenar Viejo” Colmenar Viejo 2014, págs. 46 y siguientes.
2 Ver de Gutiérrez Solana, José : “Dos pueblos de Castilla”, Madrid 1924,
Miguel Ángel de Andrés Santos