Tenemos un plan. La crisis socioeconómica durante la Segunda República en Colmenar Viejo Destacado

Fernando Colmenarejo García
Equipo A de Arqueología
Presentación
Para los detractores del advenimiento de la Segunda República Española el nuevo régimen lo que había traído no era ya un frontal ataque a la burguesía, la Iglesia católica y otras tantas perversidades relacionadas con la mal entendida “anarquía”, sino también una penuria económica como no se conocía hasta entonces. La Segunda República venía a ser como un castigo, y no precisamente divino sino político, como una herida que había quebrantado el orden social, sin conocerse bien la gravedad de los órganos dañados. Y lo peor de todo, de diagnóstico impredecible. Por el contrario, sus partidarios, en ávido estallido de júbilo, veían un camino posible hacia las libertades democráticas e igualdades sociales, entendiendo a la crisis económica pareja como una estrategia de las clases dominantes para frenar tal ímpetu y volver al orden establecido.

Lo que ocurrió en Colmenar Viejo, a partir del 14 de abril de 1931, no fue una excepción que venga a confirmar lo anteriormente expuesto, sino más bien un ejemplo más de lo que ocurrió en el contexto generalizado del país. Este breve ensayo tiene por objeto exponer la problemática socioeconómica que ocurrió en esta localidad madrileña durante los primeros meses de la proclamación de la República, cuya problemática inicial sacudiría posteriormente al conjunto de los colmenareños con motivo de la cruenta huelga revolucionaria de octubre de 1934, alimentándose así una espiral de violencia y odio contenido que estallaría con el inicio de la Guerra Civil, en julio de 1936.

También debo decir que escribo esto como homenaje al que fuera médico y alcalde de Colmenar Viejo, Eduardo González Ortega, y al concejal Román Cedreros Gómez, ambos republicanos de tendencia moderada, aunque, por extensión, también me gustaría extenderle a cuantas personas se desvivieron por buscar un camino de esperanza y justicia a tantos infelices que quedaron atrapados en la miseria, provocada por el paro forzoso durante la Segunda República. González Ortega fue el primer alcalde republicano por la Conjunción Republicana Socialista, entre el 15 de abril de 1931 y el 7 de marzo de 1934, por dimisión ante las desavenencias con su opositor y posterior alcalde, Juan Manuel Puente, aunque no perdió su acta de concejal hasta el nombramiento de la Comisión Gestora, el 15 de marzo de 1936. Con motivo de la guerra civil actuaría como inspector municipal de sanidad, además de vocal del Comité local de defensa pasiva contra los ataques aéreos. Médico de profesión, había participado con anterioridad, en 1921, como subdelegado en la Junta local de primera enseñanza. Román Cedreros Gómez era natural de la vecina localidad de San Agustín del Guadalix, afincado en Colmenar Viejo como comerciante. Fue Presidente de Unión Republicana, participando como vocal en las comisiones de Fomento y Obras y Administración, Dehesa y Pósito, entre el 21 de abril de 1931 y el 15 de marzo de 1936. Ocupó un cargo destacado durante la Guerra Civil, al ser nombrado Juez de Instrucción, el 24 de septiembre de 1937. Posteriormente, en juicio sumarísimo, fue condenado a muerte, siendo fusilado en las eras de Navalaosa, junto a las tapias del cementerio, el 23 de junio de 1939.

¿Por qué este homenaje? Sencillamente porque considero que fueron personas íntegras y sumamente comprometidas con el desarrollo de Colmenar Viejo, a la luz de lo registrado en las actas de los plenos municipales junto con un documento que he tenido la posibilidad de estudiar, y que constituye la base de este estudio, denominado “Proyecto de ejecución de un plan de conjunto  de obras municipales, con arbitrio de medios económicos. 1931”1. Atajar la crítica situación socioeconómica que se vivía en Colmenar Viejo, a partir de mayo de 1931, requería necesariamente un plan. Pero para ello no era válido un plan cualquiera, ahora era necesario actuar con un golpe de efecto con objeto no ya de mitigar sino para acabar con la crisis económica que amenazaba con una fuerte tormenta social; que tuviera, incluso, una repercusión visible en el pueblo, obteniendo con ello una mejora en su urbanismo y calidad de vida, y, sobretodo, y ahí está la importancia del mismo, que fuera capaz de cohesionar las diferentes fuerzas sociales, los dos grupos antagónicos visibles, entre los que se sentían perseguidos por el nuevo Régimen y entre quienes más le aplaudían.

Los antecedentes
Eso de estar en las tabernas o en la plaza del pueblo esperando a que los “señoritos” señalaran con el dedo a los elegidos para trabajar como braceros en sus tierras ya se había acabado, y es que los “felices veinte” también se reflejaban en el progreso de Colmenar Viejo. Ahora, los colmenareños tenían su dinero, justo, eso sí, pero suficiente para tomarse un chato de vino en la taberna y hacerse una casa con el dinero ahorrado. Ello no quiere decir que desaparecieran las listas de beneficencia, ni mucho menos, pero éstas ya no estaban tan engrosadas como ocurría a principios de siglo. ¿La clave? Sencillamente se encontraba en las entrañas de esta tierra, en el geológico de Colmenar Viejo, con su abundante piedra granítica y basáltica, capaz de contribuir al desarrollo al país y de nutrir a multitud de obreros, además de generar pingües beneficios económicos a las empresas.

Esta lucidez y visión de futuro ya la tuvo Arturo Soria con la unión de unos travesaños de hierro para desplazarse el tranvía de vapor entre Cuatro Caminos y Colmenar Viejo. Un transporte pensado para acercar los productos de la Sierra a la capital, además de los viajeros. La “cansina” locomotora, dada su lentitud, llegaba a Colmenar Viejo, no sin diversos avatares, el 30 de mayo de 1911, teniendo lugar su inauguración poco después. Fecha histórica para este pueblo, que verá transformar su sociedad con gran rapidez, como si de tecnología punta se tratara. Esa maquinilla, que no pudo competir con el transporte de carretera, tan desarrollado durante la dictadura de Primo de Rivera, pronto se vio como una extraordinaria articulación entre la explotación del entorno y el beneficio económico por empresas como Sociedad Española Puricelli, Muguruza y, principalmente, Fomento de Obras y Construcciones. Empresas que necesitaban numerosos trabajadores asalariados para extraer la piedra de las canteras y transportarlas por ferrocarril hasta Madrid.

Esta situación provocaría, poco a poco, una relación socioeconómica muy diferente a la vivida por esta localidad hasta entonces. Nacía así un nuevo sector social, el de los proletarios, empleados en el duro trabajo de la piedra, entrando en relación con las ideas de otros trabajadores y activistas que reclamaban mejoras sociales. Sin embargo, la articulación sindical y política de los trabajadores colmenareños no vendría tan rápidamente, pero ya era cuestión de tiempo, un tiempo que facilitaría la Segunda República.

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Modificado por última vez en Jueves, 02 Febrero 2017 21:53

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