En efecto, aquella maquinilla, que partía de los Cuatro Caminos de Madrid, hasta la estación de destino, y cuyo edificio podemos contemplar en las inmediaciones de la rotonda de “los canteros”, cambió extraordinariamente la dinámica socioeconómica de Colmenar Viejo. Lo hizo porque facilitó especialmente el transporte de mercancías, y entre éstas el de la piedra. Industria que se vio favorecida por la instalación de la empresa catalana “Fomento de Obras y Construcciones, S.A”, y que fue en alza a lo largo de la década de los felices años veinte. Una felicidad que se apagó con la depresión económica en los inicios de la siguiente década.
El hecho de contar con este nuevo medio de transporte facilitó extraordinariamente el aumento de visitantes al pueblo, especialmente durante las funciones del mes de agosto, en honor de su Patrona, Ntra. Sra. de los Remedios. Este es el caso de José Gutiérrez Solana, uno de los mejores pintores españoles del siglo pasado, que supo plasmar con su expresionismo la cruda y dura realidad, llevada también a su maravillosa narrativa, como si cada párrafo fuera escrito a base de introducir la pluma en un frio tintero.
Pensaba yo en todo esto, y daba vueltas y más vueltas, a medida que sacaba una y otra carretilla, llena de espuertas de la tierra recogida de aquella fosa, donde sepultaron a numerosos republicanos fusilados durante los primeros meses de la posguerra civil española Y es que, a eso de las diez de la mañana, el equipo de arqueólogos y el personal voluntario, jóvenes y no tan jóvenes, dejaban sus herramientas para reparar fuerzas junto a la tapia del cementerio parroquial, exactamente donde Gutiérrez Solana presenció una estampa sobrecogedora, hace ya 101 años:
Al dar la vuelta al muro trasero del cementerio, tropieza nuestra vista con un espectáculo macabro: unas cuantas carroñas y esqueletos de los caballos muertos en las corridas, hermanos de los esqueletos del cementerio, de los difuntos vecinos de Colmenar… También a parecen los restos enteros de un caballo; todo el esqueleto, que ha quedado suelto al faltarle los ligamentos de la carne, está como empotrado en la tierra; por los huesos blancos corren las hormigas y por los ojos andan enroscados como si estuviesen luchando dos grandes y largos gusanos, que después de separarse dan grandes saltos y botes con el cuerpo, como dos volatineros”.
Dicha descripción, como parte de una más completa del cementerio parroquial y del pueblo, aparece en un librito suyo, publicado en 1924.
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Dibujo de José Gutiérrez Solana en su libro: Dos pueblos de Castilla, publicado en 1924, donde nos hermana con Buitrago del Lozoya. La imagen es estremecedora. Restos de caballos muertos en las corridas celebradas en las fiestas Patronales de colmenar Viejo |
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Fotografía tomada en el mismo lugar el 4 de agosto de 2023. Un momento durante el descanso del equipo de exhumación de los republicanos fusilados en Colmenar Viejo, entre abril y noviembre de 1939 |
Creo que mi buen amigo Miguel Ángel de Andrés está muy en lo cierto cuando se acerca al año, incluso al día, de la visita de Solana a Colmenar Viejo. El pintor-escritor nos dio una pista muy importante para ello:
“Se comenta en un grupo la cogida de uno de los toreros, durante la corrida de ayer, que regó la plaza de sangre y que fue llevado moribundo al hospital, donde murió esta mañana”.
El dato, por tanto, nos pone en relación con lo ya publicado por Miguel Ángel. Aquella grave cogida tuvo lugar durante la lidia del día 27 de agosto de 1922, cuando un toro de José Aleas cogió de gravedad al diestro francés Pedro Pouly, y aunque el escritor-pintor se hizo ecos en su libro, de los comentarios que corrieron por el pueblo del falleciendo al día siguiente, la realidad es que tras su traslado a Madrid, un médico amigo del torero decidió realizar una arriesgada y dolorosa intervención quirúrgica que le salvo la vida, de ahí que las notas que realizó Solana sobre Colmenar Viejo tuvo que ser durante su estancia en la función de Remedios del lunes 28 de agosto de ese mismo año.
Así, entre carretilla y carretilla, resistiendo a duras penas al “ciego sol” de Castilla, como escribiera el poeta, “veía” a Solana tomando apuntes de los caballos muertos en las corridas de los días anteriores, en el mismo lugar donde reponíamos fuerza para continuar con las exhumaciones. ¿Cómo no reflexionar sobre aquella estampa y la actual?
Gracias, Solana.
No te pierdas estas lecturas:
Miguel Ángel de Andrés Santos. (2014). Historia general de la Plaza de la Corredera de Colmenar Viejo. Ed. Seminario de tauromaquia de Colmenar Viejo.
Miguel Ángel de Andrés Santos. (2022). Hace 100 años, los protagonistas de la Feria colmenareña fueron un héroe de la resistencia francesa y un importante pintor y escritor español. www.sierracultura.com
José Gutiérrez Solana. (1984). Dos pueblos de Castilla. (Ed. facsímil de la publicada en Madrid en 1924). José J. de Olañeta (ed.) Barcelona.