Desde Sierra y Cultura, y en especial desde esta sección de “la Sierra en el punto de mira”, queremos dedicar un humilde homenaje a su Memoria, que, con seguridad, se multiplicarán en los próximos meses. Para ello, vamos a rescatar parte de su biografía y sus inquietudes con motivo de la entrevista que se publicó en La Comarca1, en su número de diciembre de 1998, al ser galardonado en el “VI Certamen de materiales curriculares adoptados a la Comunidad de Madrid”.
Trayectoria de vida y semilla para la cultura de Colmenar Viejo
Habíamos quedado en la Casa de la Cultura Pablo Ruiz Picasso, un centro especial para el premiado, dado que en este espacio cultural se encontraba, y se encuentra, la Sala Picasso, cuya creación fue también obra suya, como concejal de cultura del PSOE. Pedro fue muy puntual a la cita. Se encontraba ya acomodado en uno de los despachos que daba a la fachada norte de la basílica parroquial. Tras el saludo y la felicitación por su premio, la entrevista se inició con una breve trayectoria de su vida.
Durante los primeros años de su infancia compartió barrio en Segovia, su ciudad natal, con Agapito Marazuela. A los seis años se instaló con su familia en Colmenar Viejo, donde muy pronto impulsaría importantes proyectos de desarrollo sociocultural. Creó e impulsó el CIT (Centro de Iniciativas Turísticas) para buscar la oficialidad sin tener la presión del Régimen. Era una época ciertamente compleja para realizar y desarrollar la cultura, en el tardofranquismo. Según Pedro, lo del nombre CIT fue una excusa porque Colmenar Viejo no contaba con mucho Patrimonio. Se trataba, sencillamente, de organizar actividades culturales y dar una alternativa al tema juvenil que llevaba la OJE (Organización Juvenil española).
Ya, con la transición, se disolvería el CIT, de manera que sus componentes, en función de su ideología, se fueron afincando en determinados espacios políticos. A finales de los años setenta, sin estar aún vinculado al PSOE, trabajó con José Colera, un profesor del Instituto Marqués de Santillana, que mantenía ideas progresistas, además de comenzar a colaborar con la Concejalía de Educación, hasta que, entre 1983 y 1987, impulsó su labor como Concejal de Cultura adscrito al equipo de gobierno del PSOE, que contaba con mayoría absoluta. Pedro se sentía feliz narrando aquélla época, dado que fueron “años muy fructíferos por dos motivos. En primer lugar, porque aquéllas fiestas y tradiciones populares con peso específico al dar a conocer a Colmenar viejo y a su sociedad se afianzan. La “vaquilla”, que ya había surgido con el CIT, ahora recobraba un fuerte impulso con el ayuntamiento. También la fiesta de “la Maya” y la de los barrios, contando con las propuestas de los vecinos. En segundo lugar, porque intentamos hacer una cultura, a pesar de la proximidad de Madrid, en consonancia con el momento: exposiciones de arte de vanguardia, mes cultural, previo a la Función de Remedios… se afianza algo ya iniciado también por el CIT, los premios literarios, las publicaciones… todo esto que hoy parece habitual y que en su momento tuvo su importancia”.
Pedro ya era profesor de Educación General Básica y licenciado en Arte, desarrollando desde su concejalía una importante labor en la difusión y conservación del Patrimonio local. La excusa del 500 aniversario de la construcción de la iglesia parroquial sirvió para proyectar a la localidad, obteniendo una gran difusión en los diferentes medios de comunicación, utilizándose “a bombo y platillo para comenzar la restauración del chapitel y las cubiertas”. Con posterioridad, tras un adiós inesperado a la política, profundizó en sus trabajos sobre Patrimonio y la labor pedagógica.
La renovación pedagógica como calidad de enseñanza pública
Durante el momento de la entrevista, Pedro se encontraba trabajando de profesor en el Instituto de Enseñanza Media Rosa Chacel, de Colmenar Viejo, colaborando en proyectos de investigación de carácter informativo con el objetivo de elaborar materiales en el área de plástica, incluyendo a los relacionados con la arquitectura popular. Es el caso del seminario orientado a profesores, que denominó: “Saber ver la arquitectura”. La idea consistía en realizar recorridos didácticos para los escolares, complementándose con la realización de materiales para el museo de arte Reina Sofía, principalmente centrado en el arte del siglo XX, el periodo que más le interesaba.
Así mismo, Pedro valoró positivamente la LOGSE (Ley de Ordenación General del Sistema Educativo) porque, en su opinión, daba un paso más que la anterior Ley, dado que tenía en cuenta la solicitud del profesorado sobre los materiales, además de la importante atención a la diversidad: “Tenemos alumnos de minorías étnicas, otros grupos de alumnos con dificultades psíquicas y físicas. La Ley crea departamentos de orientación como apoyo a la labor educativa, entre otros aspectos. Tales como la creación de grupos de diversificación curricular; es decir, grupos reducidos que en determinadas materias asisten a una clase de apoyo. Se trata que el profesor se ponga al nivel del que parten los alumnos, mientras que el antiguo sistema seleccionaba a los alumnos”.
También destacó el impulso local de los ayuntamientos al sistema educativo, poniendo como ejemplo el caso del colegio Virgen de los Remedios que anteriormente contaba con aulas de 50 alumnos, sin ningún tipo de dotaciones y, por tanto, con grandes dificultades para llevar a cabo una labor docente. En la actualidad, nos referimos siembre a la fecha de la entrevista, la media en primaria se estimaba entre 23-25 alumnos, contando con mejores centros y mayores dotaciones, aunque siempre pensando en la necesidad de mejorar.
Otro aspecto a destacar fue la creación de la Universidad Popular, que entendía como un centro educativo al que no se le podía constreñir desde la propia administración local, de manera que su órgano rector, la Junta Rectora, debería canalizar las propuestas educativas y culturales del claustro de profesores. En sus orígenes, hacía ya 15 años de su creación, respondía a unas necesidades prioritarias que en la actualidad, según Pedro, deberían modificarse al haber cambiado la sociedad, por lo que se promulgaba por un cambio en el rumbo en sus objetivos y destinatarios.
También lamentó a la estructura de la Casa de la Cultura: “Entonces teníamos un proyecto museístico; no entiendo este espacio como un museo decimonónico, sino más bien interactivo, participativo; es decir, un centro que irradie cultura. Bien es verdad que esto es una “Casa de la Cultura”, entre comillas, pero el proyecto ha quedado relegado a dos bibliotecas, sala de exposiciones, dos aulas y poco más. El fin era montar un museo, y a través de él programar talleres en relación a esa exposición, con salón de actos y todo en conexión directa. Aunque la limitación estaba en el espacio, se pensaba utilizar el entorno más inmediato, al encontrarse en el caso antiguo”.
Como se sabe, años después se crearía la Casa Museo de la Villa de Colmenar Viejo, adecuándose un antiguo caserón para la exposición de diferentes temáticas relacionadas con la arqueología, historia y tradiciones locales. Si bien en un momento respondió a tales expectativas, en la actualidad viene a ser una especie de contenedor inservible para los fines pedagógicos y de difusión que Pedro había soñado, más aún al no utilizarse como recurso cultural el casco histórico, dejado de la mano de Dios.
Pues eso, Pedro, que tu labor fue un semillero de energía cultural, y que si los gestores municipales renuncian o renunciasen a su riego, con seguridad siempre habrá un colectivo zahorí que buscará incansablemente nuevas fuentes para su irrigación. Descansa en paz, amigo.
1 La Comarca, nº 326. Diciembre de 1998, pp. 3 y 5.
Fernando Colmenarejo García